El cuento diría que un día, hace tres años, Ludmila volvía de visitar a su abuelo junto a su novio y se topó con un mandarino. Ninguno lo pensó un segundo y se treparon para cosechar o comparar mandarinas clementinas de Valencia, hasta que una señora los chistó desde la ventana de su casa. "Nos dijo que estábamos robando, entonces le explicamos de buena manera que no era así, ella trajo una escalera y terminamos recolectando para los tres", recuerda la joven que estudió la tecnicatura en producción vegetal orgánica y trabaja en la dirección de arbolado porteño.
Así empezó a recolectar información, pateando la calle con anotador en mano. Primero, con la ayuda de su mamá y su hermanito, luego, con una incipiente red de colaboradores que ingresan información en el sitio http://arbolesciudad.com.ar. El trabajo es arduo dado que se estima que el 1,5% de los árboles de la ciudad son frutales. Otros tantos, medicinales.
Aguaribay, alcanfor, banano, castaño, ciruelo, damasco, duraznero, gingko biloba, higuera, kumquat, laurel, limonero, membrillero, mora, mandarina, naranja, níspero, olivo, palta, pecán, pomelo y cítricos. Pero Ludmila también encontró maracuyá, papaia, goiaba, aguaribay y mburucuyá. La Ciudad tiene para servirse, y en abundancia.
Entramos al pasaje Alejandro Korn, uno de los tantos que están perdidos por Floresta. Una obra en construcción es el único sonido vivo durante un mediodía de un día de semana. Ludmila no le teme a los piropos y enseguida se dispone a bajar un limón, aunque no lo logra.
"Me construí una suerte de recolector para casos como este. Se trata de un palo de escoba y una botella cortada." Una cosa llevó a la otra y Ludmila también organiza paseos abiertos a la comunidad, con previa inscripción en el Facebook del proyecto. "En la primera éramos unas 20 personas y ahora llegamos a 60 –comentó–, la idea es caminar la calle durante una hora, conversar acerca de las especies e ir comiendo de lo que los árboles nos dan. Hemos comido de todo: nueces pecan, mandarinas, moras y naranjas. La abundancia es lo que más les llama la atención a todos, dado que, solamente de un árbol, podemos llegar a sacar dos naranjas o dos mandarinas para cada uno del contingente." Uno de los tips que se aprenden en los paseos sirve para identificar las naranjas sabrosas de las amargas: "la que no es para jugo es más grande, tiene la cáscara rugosa y anaranjada pero la pulpa es amarillenta".
El consumo de las especies que crecen en la vía pública no está garantizado por ningún organismo oficial y nadie analiza la calidad de los frutos, sin embargo, la mayoría son especies con cáscara, que protege a la pulpa el smog y otros agentes contaminantes. "Con las moras, es cuestión de jugársela", desafió Ludmila.
No ocurre lo mismo con las medicinales (tilo; pezuña de vaca y gingko bilova) o los yuyos que crecen en las calles y que también son comestibles. "Se produce y se ofrece al público lo que indica la demanda y eso depende de la pura información. Mucha gente no sabe que entre los ladrillos de la Ciudad crece lágrima de virgen, diente de león, verdolaga y mastuerzo, aunque hay que ser precavido con la ingesta de estas cosas porque pueden haber sido contaminadas con orín o heces de animales", advirtió la joven. Y antes de subirse a su bicicleta de cuento, finalizó: "Me encantan los árboles porque es algo que nos acerca a la naturaleza, tan lejos que estamos, pero también nos acerca, y más pudiendo cosechar en plena ciudad, porque en cierta forma nos conecta con nuestro instinto recolector". «
Ficus, pindó, palo borracho y níspero para todos
Un reciente informe de la Organización Mundial de la Salud dio cuenta de que la Ciudad de Buenos Aires tiene el mínimo de árboles sugeridos, o sea, uno cada ocho personas. Sin embargo, un plan oficial prevé sumar 70 mil en un plazo de cinco años, aunque no especifica que hará con los actuales. La cifra es ajustada pero resulta mejor que las registradas en Bogotá, Nueva York o Barcelona.
Se le llama arbolado urbano no sólo a las especies plantadas en las aceras sino también aquellos ubicados en sitios privados. El 5% del total corresponde a los plantados por los vecinos. La preferencia arrabalera es el ficus. El censo de 2012 indicó que hay 23.707 plantados por los residentes, aproximadamente el 5% de la población total. Lo siguen el pindó, el palo borracho, el palto y el níspero.
El fresno americano (143.405), el plátano (34.338), el tilo (17.284), el jacarandá (10.975) y el crespón (10.184) son las principales especies que pueblan las veredas, pero no son las únicas, en la Ciudad se detectaron unos 300 tipos de árboles.
La ingeniera agrónoma Ana Guarnaschelli sostuvo que "el estado del arbolado es preocupante; faltan árboles en la ciudad. La Organización Mundial de la Salud (OMS) indica como conveniente 10-15 metros cuadrados de espacio verde por habitante (m2/hab), y en la ciudad los números están bastante por debajo de eso."
La especialista, docente de la cátedra de Dasonomía de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA), dijo que esas cifras son, según el gobierno porteño "de 6.1 m2/hab, pero otras fuentes hablan de 2.97 m2/hab".
En relación con los árboles de las veredas, Guarnaschelli precisó que "la arboleda de alineación de la Ciudad tiene diversos problemas que vienen de mucho tiempo atrás y son derivados en gran parte de la incorrecta elección de especies en numerosísimos sectores de la ciudad".
A esto se suma la existencia de "ejemplares muy añosos, en mal estado, muy descuidados, deformados y mal distribuidos", señaló. Fuente: Info News. Comprar naranjas de Valencia a domicilio por Internet.
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